Fig. 1 Localización de los castella en el mapa de Navarra
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es dar a conocer una serie de observaciones o localizaciones, que ayuden para la comprobación arqueológica de las mismas, estas nos parecen lo suficientemente relevantes como para preparar un proyecto de investigación, este se basaría en intervenciones puntuales a base de sondeos, para la caracterización de los mismos y la confirmación de su origen romano.
Las investigaciones que se han realizando estos últimos años, con relación a la calzada Tarraco-Oiasso, tras la exploración y publicación del recorrido de la Iter XXXIV ab Asturica Augusta Burdigalam (Martínez y Zubiria, 2017: 151-204), nos ha permitido identificar trabajos romanos que no acabaron en esta vía, sino que nos llevaron a reconocer otros que tenían que ver con caminos mineros. Profundizando en este sentido, nos propusimos localizar las zonas mineras y el porqué de estas vías.
Coincidiendo en el tiempo, se estrenó el actual mapa de relieve generado por la tecnología LIDAR, que el Gobierno de Navarra colgó en el Servicio de Información Territorial de Navarra (SITNA), este nos ha ayudado en la localización de interesantes vestigios en áreas donde se desarrollaban nuestros trabajos, estos indicios comprobados sobre el terreno, nos ha obligado a preocuparnos por su significado, insertos como están, en una zona hasta ahora carente de referencias, tanto arqueológicas, como documentales clásicas o históricas, de esta manera nos animamos a preparar una propuesta, aunque solo sea como hipótesis de trabajo.
Propuesta con una potencialidad y atractivo científico indudable por las diferentes facetas que presenta, la comprobación arqueológica y el análisis de este complejo de emplazamientos militares, ayudará al conocimiento que de esta época tenemos hoy, del Pirineo Occidental y que la historiografía clásica nos niega, recuperando una información que nos acerque a la realidad del territorio en época romana.
Estamos de acuerdo con la idea de M. Urteaga (2008:171-184), cuando deja la puerta abierta a la posibilidad de entender el concepto Saltus Vasconum, como referente al distrito minero y a los pasos del Pirineo incluido el de Oiasso, que demuestran las buenas comunicaciones con la Aquitania romana, y la intensa romanización de todo el Pirineo occidental.
Así, el ámbito del Saltus Vasconum que propone Urteaga (2014: 24) como distrito minero, no se limitaría al triángulo Irún-Lesaka-Bera, sino al Pirineo occidental desde Aezkoa hasta el Cantábrico y concordamos con la hipótesis de esta investigadora, que, el paso principal del Saltus Vasconum sería la Astorga-Burdeos por Roncesvalles (Urteaga, 2008: 179-180) en pleno territorio minero, donde existieron explotaciones de oro, plata, cobre, plomo, cinc, hierro y mercurio y donde no es difícil de entender lo que nos dice Domergue (2008: 33 ss) “no hay zonas mineras que los romanos no hubieran localizado y explotado”. De esta manera el concepto Saltus, nada tendría que ver con el discutido binomio Agger Vasconum-Saltus Vasconum y sería referencia al distrito minero como tal.
Recientemente hallamos tres calzadas romanas mineras, que se han identificado con seguridad, la primera, comunica el yacimiento de Zaldua ¿Iturissa? (Auritz-Burguete) con el coto minero de Txangoa-Mendilatz partiendo de la calzada Astorga-Burdeos, la segunda, partiendo de la Tarraco-Oiasso vía Etxalar, por el puerto de Lizarrieta se dirige hacia Sara y la tercera, también partiendo de la misma vía en Bera, por Ibardin hacia Urruña, todas son caminos de servicio a las explotaciones mineras, con características perfectamente asimilables a calzadas de primer orden.
Fig. 2 Calzada minera en Lizarrieta, Etxalar
Fig. 3 Desmontes a pico entre Etxalar y Sara
Fig. 4 Desmonte con escalón y cuneta perfectamente talladas a pico entre Auritz-Burguete y Txangoa
Fig. 5 Desmontes a pico entre Bera e Ibardin
Es factible y probable, que al menos el segundo de ellos, que se dirige hacia Sara, se proyectara a otras minas de la comarca de Xareta y Baztán e incluso al valle de Baigorri, no vemos grandes dificultades, y prestaría un buen servicio a las minas de oro del Camp de Cesar, en Itxasou, las de Aritzakun y Urrizate en Baztán y las de Urepel, en el valle de Baigorri; las de plata, plomo, cobre y hierro, que los aquitanos ya explotaban, cohesionando todo el distrito e integrando plenamente estos territorios en la economía del Alto Imperio romano y como bien lo expresa Oriol Olesti (2017: 188) refiriéndose a otro territorio pirenaico como es la Cerdaña, “nos aleja de la visión de un mundo romano poco interesado en las áreas montañosas” ayudando de paso a comprender, porque Augusto acometió en este territorio como en toda Hispania, una compleja reorganización fomentando la urbanización y la promoción jurídica, implantando en este caso un distrito minero como forma de integración dentro del nuevo modelo imperial romano, no, porque fuera una estrategia para los territorios conquistados, sino por la existencia de una riqueza mineral que necesitaban para mantener su sistema.
Fig. 6 boca mina en Ansestegi, Baztan
Esto nos ha llevado, a ocuparnos de la localización de minas antiguas, pudiendo comprobar la gran cantidad de explotaciones en el entorno inmediato a la actual frontera interestatal, por más, que nunca sabremos todas las que explotaron, pues la mayoría de ellas habrían sido a cielo abierto, lo que dificulta en gran manera, su localización y comprobación, camufladas como simples accidentes orográficos y cubiertas con espesa vegetación.
Como consecuencia de las prospecciones, nos hemos encontrado con evidencias y vestigios de fortificaciones que nos obligan a analizar las diferentes formas de su poliorcética, puesto que al ser zona fronteriza han proliferado y se han solapado a través de los tiempos, sobre todo en época Moderna y Contemporánea. En la mayoría de los casos, los vestigios son claros reductos contemporáneos, muchas veces documentados y con fuerte incidencia visual, pero un grupo de ellos, nos ha indicado un origen romano por sus formas y emplazamiento, vemos que las evidencias están desdibujadas y muy consolidadas, como corresponde a su antigüedad, es verdad que algunas son poco canónicas, pero no es extraño, porque la naturaleza facilitaba ventajas que había que aprovechar y sobre todo, porque su existencia se entiende mejor, por su relación con las minas.
ANALISIS
Últimamente, se vienen publicando noticias sobre vestigios militares romanos en Navarra e interpretando los mismos como indicios de resistencia y enfrentamiento de los vascones con Roma, no es fácil compartir esta teoría sabiendo, que esto habría dejado rastro en la historiografía clásica de lo que no tenemos ninguna constancia. Después de muchos años investigando en el pirineo navarro y sus aledaños donde la orografía y la cobertura vegetal hace difícil la localización de los hábitats protohistoricos, creemos que hemos adquirido un poco de experiencia y conocimiento, para hacernos una clara idea de que estaban bien dotados para ejercerla, sino con éxito, al menos, causando los suficientes problemas como para que hubiera sido reflejado por alguno de los cronistas militares de la época.
Que sepamos no fue así, pero la ingente cantidad de recintos fortificados localizados en el área montañosa del solar vascón, sus pequeñas dimensiones, su poliorcética y los lugares escogidos, nos están indicando tiempos difíciles y una compleja organización, aspectos que sin duda, habrían jugado a favor del invasor, por cuanto traían ventajas nunca vistas, que no pasarían desapercibidas para los nativos y una seguridad que primaba la vida más cómoda junto al agua, en contraposición, al refugio incómodo, eventual o permanente en los castros. Si bien la mayoría de estos emplazamientos protohistóricos permanecen inéditos y puede que no sean, ni mucho menos contemporáneos, de hecho, muchos no llegaron a conocer habitados la conquista romana.
Es más que posible que, a la llegada de Roma a este territorio, encontrara un pueblo con una organización, donde ni los grandes oppida ni las civitas estaban presentes en ella, donde todas las pequeñas poblaciones formaban parte de esta, como entes comunales de caracter horizontal, por tanto, asamblearia.
Falta definir la forma administrativa por encima de esta asamblea, aunque es fácil, que sería parecido al que ha trascendido a través de la historia en el Pirineo navarro. Esta dispersión poblacional, en parte jugaría a favor de Roma a la hora de los pactos, pero entorpecía una rápida solución militar.
Si a esto unimos que el Pirineo occidental, aunque nunca habría sido una barrera, si, habría tenido una incierta función de frontera, hasta que Marco Vipsanio Agripa, calmara a los aquitanos en el 38 a. C. (Apiano, BC, 5.92) y en el 28-27 a. C. Marco Valerio Mesala Corvino, aplastara la sublevación de los Tarbelli por mandato de Octavio.
Hasta este momento, no se habría tenido demasiado en cuenta esta zona periférica del cauce medio del Ebro, solo se habrían destacado, geólogos prospectores de minas, topógrafos y militares en misión de reclutamiento, en una zona de la que ya, eran conscientes de su riqueza.
Más de un siglo de presencia al Sur del Pirineo, fue un tiempo suficiente como para que la información acumulada sirviera al Princeps para el novus status, la reorganización que estaba proyectando y los tres viajes que realizó nos confirma el gran interés que puso en ello, aunque fue en el 15 a. C., en su tercer viaje, cuando acomete la reorganización administrativa de las provincias (Dion Cassio 54, 23, 25; Floro 2,33,59) esto originó una gran actividad tanto con la construcción de calzadas como instauración de un distrito minero, la indispensable fundación de centros habitados que asegurasen todas estas infraestructuras y la romanización territorial.
Todo esto trajo que el ejército se hiciera presente con veteranos de las guerras cántabras que había que mantener activos, la posible participación de sus técnicos architecti, Fabri, gromatici, liberatores, curatores operum etc. en la construcción de las vías como cree Javier Andreu (2017: 556), que veteranos de la legión IIII Macedonica, VI Victrix y X Gemina, con las que fundó Caesaraugusta, (Aguarod, Lostal,1982; Magallon, 1987: 142) habrían participado en la modificación de un trazado antiguo de una calzada que coincide con la Tarraco-Oiasso, cuya presencia no se habría parado en las cinco villas aragonesas, se habría prolongado hasta las cinco villas del Bidasoa y Oiasso, también, porque su presencia aportaría la necesaria seguridad tras la revuelta tarbela poco antes sofocada y la presencia de prisioneros y condenados a damnatio ad metalla que esta habría aportado a las minas ya en manos romanas (Pérez y Delgado, 2014: 256).
Las circunstancias en este momento histórico, en cierto modo, algo parecido a lo que estaba sucediendo en la región astur-cántabra, habría sido gestionado de manera análoga. Aunque referencias directas no conocemos, si existen indicios que se habrían deportado mineros aquitanos a minas del Sur de la península (Cesar, 3, XXI; Estrabón, 4, 2, 3 C190 a-d), y podemos trasladar al distrito minero pirenaico, las referencias de algunos clásicos, al entorno de la minería asturiano-leonesa de Floro (II, 33, 50-51), Dion Cassio (53, 25, 3 y 54, 11, 2-3) u Orosio (VI, 21, 5)
Es factible que, se hubiera destinado durante un tiempo una legión que, además de ayudar en la construcción de las vías organizara el sistema de protección que estamos viendo hasta que su presencia no fuera necesaria, quedando unas guarniciones con mandos pertenecientes a la legión compuestos por tropas auxiliares de nativos conocedores del territorio y sus gentes.
El estudio de la red viaria principal y su evolución en este territorio, nos ayudara a comprender como estas vías fueron fundamentales, para la organización, la puesta en producción de los recursos mineros, agrícolas y forestales, dejando en manos de los nativos la cabaña ganadera y su gestión.
Hace un tiempo Miguel Echegarai de Lesaka, nos comunicó la existencia de un cerco que coronaba el monte Otsango situado encima del Bidasoa en esta villa, a 312 m de altitud, en la visita que giramos, comprobamos que efectivamente se adaptaba al terreno con forma ovalada, existiendo en la cumbre un gran túmulo de piedras, esto, junto a su emplazamiento, controlando visualmente el cauce del Bidasoa y la vía Tarraco-Oiasso, nos dio pie a atribuirle origen romano, aún antes de disponer de artefactos que pudieran asegurarnos este carácter, pues se encuentra en plena zona minera de Lesaka, Bera, Igantzi y Etxalar al sureste de Peñas de Aia.
Su extensión es de 9.600 m2, con 380 m de perímetro y dotado de fossa, agger, vallum y turri, con extraordinarias condiciones, para una función de vigilancia, control de la vía, comunicación con otros puntos y la ayuda en caso de urgencia en las explotaciones mineras.
Mas tarde envió las coordenadas de unos vestigios que, aunque de menor tamaño, pudieran ser también de época romana, se localizan en un promontorio de la loma de Eskolamendi-Deskarga (Lesaka), con extraordinario dominio visual del término de Bera y todo el pasillo del Bidasoa y Endarlatsa hasta Hendaia, punto especialmente estratégico para el control de todo el coto minero al Este de Peñas de Aia, denotando un exhaustivo conocimiento topográfico para la ubicación de estos destacamentos.
En verano del 2012, realizamos una visita a las minas de Teilari (Urepel) de la mano de Eric Dupre y Chistian Saint-Arroman (2012: 299-302), nos acompañaron con el propósito de darnos a conocer las minas y un emplazamiento asimilable a un castellum en Itsantzarai (Urepel). Reconociendo un cierto escepticismo en aquel momento, hoy después de nuestras prospecciones lo vemos ciertamente probable, se trata de un recinto delimitado con foso y Agger o parapeto, dividido en dos ámbitos con una pared también de tierra. La superficie protegida es de 10.460 m2 y un perímetro de 403 m, adaptado a un terreno inclinado, pudiendo albergar cómodamente dos centurias.
No descartamos que en el monte Lidus, donde existe una fortificación terrera de aspecto moderno (s. XVIII), estuviera solapando un Castellum romano, esto deducimos, por la persistente alusión en la cartografía antigua del topónimo Gazteluzar (Castillo viejo) muy anterior a la Guerra de la Convención, época atribuida al actual reducto terrero.
Se localiza, en la confluencia de dos rutas pecuarias milenarias, jalonadas de megalitos, muy utilizada históricamente y cercana a varias minas con labores romanas (Dupre, Saint-Arroman, 2012: 88-112), otro indicio que también nos lleva a esta deducción es, la repetida presencia en el lugar de los inevitables “piqueros” que siempre van por delante de los arqueólogos, señalamos que toda esta zona fronteriza ha sido y sigue siendo de especial “atención” de furtivos.
Para terminar con las localizaciones, no referiremos a Lepoeder, donde repetidamente se hace pasar la vía Astorga-Burdeos incluso después de localizado todo su recorrido por el Barranco de Luzaide-Valcarlos, es un collado a 1432 m de altitud y aquí también existe un reducto terrero de la guerra con la Convención, emplazado entre otras dos fortificaciones más potentes, al Norte en Astobiskar y al Este en Ortzanzurieta. Este reducto se localiza en lo alto del promontorio, y debajo en el collado, se aprecian vestigios de otro recinto más antiguo, que nosotros consideramos de origen romano como castellum.
Tras la entrega por un ciudadano francés, de unos materiales recogidos muchos años atrás en este lugar para su depósito en el almacén de Patrimonio de Navarra, el año 2013, La Sociedad de Ciencias Aranzadi, realizó unos sondeos estratigráficos con el fin de contextualizarlos, uno de ellos, se realizó junto al parapeto de la fortificación moderna, por indicación del donante que también participó en los mismos, pues algunas monedas se habían recuperado en el mismo escarpe de dicha fortificación, otro sondeo en la parte baja donde se sospecha que se situaba la romana.
Los sondeos fueron de un metro cuadrado y paralelamente, se realizó también una búsqueda geomagnética, este trabajo, proporcionó materiales de diferentes épocas que sirvieron para interpretar tres diferentes contextos, uno antiguo romano (s. I, a. C./I d. C.), otro moderno (s. XVIII-XIX) y otro contemporáneo (s. XX).
Fig. 7 Fragmento de vaina de Gladius hallada en Iturriapurregi
Cerca de Lepoeder siguiendo el viejo camino artillero tras pasar Izandorre Lepoa, se alcanza el collado de Iturriapurregi, en este lugar en 2019 el ilustrador gráfico Juan Luís Landa, en un recorrido montañero, reconoció en superficie un artefacto que identifico como parte de la funda de un gladio, dio parte y tras un reconocimiento en el lugar se llegó a la conclusión de que había sido obra de detectoristas furtivos que, o no supieron reconocerla o no les interesó, la despreciaron junto a la senda y así fue hallada. Tras conseguir el correspondiente permiso, se realizó una investigación con aparatos geomagnéticos y una estación total, se recuperaron artefactos compatibles con la época romana y también de la Edad del Bronce, así mismo detectamos la piedra estática de un molino giratorio de dos piezas, esto nos llevó a reconocer antiguas evidencias mineras en el ámbito cercano del coto de Txangoa.
Fig. 8 Puñal despreciado por “piqueros” en Iturriapurregi. foto Rafael Zubiria
Esto es importante señalar porque este viejo camino, es una milenaria ruta pecuaria por la que se ha venido conduciendo reiteradamente, la vía Astorga-Burdeos, confundiendo una importante ruta nativa, que sin duda, sería muy usada por las tropas romanas para la pacificación de Aquitania, con una calzada de primer orden como era la Iter XXXIV y de esa manera reforzar la hipótesis del carácter monumental romano de la torre de Urkulu. Hoy estamos más cerca de reconducir lo que hasta ahora no eran más que deducciones de gabinete, partiendo de una entidad teórica, con poca investigación sobre el terreno y menos, ganas de poner en tela de juicio corrientes estereotipadas preestablecidas.
Hay un lugar muy importante como es la necrópolis y el asentamiento de Ateabaltsa, descubierta en agosto de 1982 (Martínez, Zubiria, 2017: 156), fue excavada en tres campañas en 1986 1987 y 1988 (Perex, Unzu, 1988: 75-155), en estas se consiguió recuperar mucha información, artefactos de época romana y fuertes indicios de pertenecer a un complejo castrense, por la recogida, tanto en superficie como en las excavaciones, de 20 puntas de lanza, un pugio, armaduras de ballista, un hacha, cuchillos, fíbulas y abundantes restos cerámicos etc.
En referencia a estas fíbulas, diremos que se catalogaron como tipo Iturissa, su expansión hasta Britania, Francia, Suiza, Alemania, Portugal y parte de la Hispania central y oriental, se dio preferentemente, en ambientes militares y como equipamiento (Erice, 1988: 157), poco arriesgamos al interpretar el lugar de Ateabaltsa como un asentamiento castrense de cierta importancia, esto se reforzaría, con la cercanía del gran yacimiento de Zaldua (¿Iturissa?) 800 m al Este, que lo confirmaría, como un complejo militar contemporáneo con la construcción de la calzada Astorga-Burdeos, la instalación de una mansión y la creación del distrito minero, por tanto, podemos pensar en una base militar de la que dependerían varios destacamentos de vigilancia y control del territorio.
Fig. 9 Espacio castrense de Ateabaltsa, necrópolis y calzada sobre mapa LIDAR
Añadiremos que en 2014 se taló la plantación de pinos situada al norte y tras los trabajos de la nueva repoblación, quedaron a la vista una serie de evidencias de fácil interpretación, se correspondían, con varios acondicionados del terreno de poca profundidad hasta encontrar las margas formando pequeñas plataformas planas donde instalar chozas o viviendas, en general se apreciaban restos de piedra que pertenecían a cimentaciones de una o dos hiladas, como forma de aislar del suelo la construcción de madera al estilo nativo, las cubiertas serían de la tradicional tablilla u otra materia vegetal pues no se vieron en este ámbito resto alguno de tegulas u otros materiales susceptibles de usar en los tejados.
En estas plataformas y su cercanía, aparecían restos de vasijas cerámicas en muy mal estado por la persistente humedad, en general se trataba de recipientes de almacenamiento, cocina, común romana, terra sigillata, vidrio, clavos de hierro, carbones etc.
Se pudo comprobar, un espacio de circulación donde se utilizaron cascajos de río para su saneamiento, se recogieron artefactos e industria material coherente con el carácter militar, compuesta por restos metálicos variados donde destacaban armaduras de ballista, otra de pilum catapultarium, una espuela, dos puntas de lanza fragmentadas, dos armaduras de pilum, dos botones de doble disco en bronce, una podadera, una cerradura muy bien conservada, una cuenta de collar incompleta de pasta vítrea, argollas, restos metálicos indeterminados y abundantes clavos, fue también significativo, la recogida de un buen número de afiladeras personales, molinos en arenisca triásica del lugar, giratorios de dos piezas y de vaivén, pesas de telar, una fusayola y otros materiales compatibles con un contexto familiar más que militar. Estos restos materiales se depositaron en el almacén de patrimonio del Gobierno de Navarra en Cordovilla.
Esto, junto con el resultado del análisis de los restos óseos de la necrópolis (Perex, Unzu, 1988: 75-155), donde se registra la existencia de mujeres, nos indica con un alto grado de seguridad, que las tropas aquí acantonadas estarían formadas en su mayor parte por auxiliares nativos con misión de policía, por tanto, adoptaban las formas de vida habituales de la zona, que poco tenían que ver con la disciplina castrense legionaria.
Fig. 10 Idealización de viviendas en Ateabaltsa
Estas formas de habitación, no significa que no dispusieran de ciertas fortificaciones, que, aunque aquí no se aprecien con claridad, el propio lugar escogido nos indica, que buscaron el terreno de fácil defensa, junto al agua, en un espacio relativamente cómodo y llano. Al Norte protegido por un fuerte escarpe natural y al Este, con uno más pequeño en parte antrópico, este terraplén, en su zona central tenía el acceso en rampa de fácil protección. Al Sur y Oeste, no adivinamos ningún indicio del sistema defensivo que pudo tener entre el recinto y la necrópolis, pero sin duda, habría dispuesto de un vallum. También comprobamos que dispuso de una salida hacia el noroeste, y viendo una rampa que atraviesa el escarpe Norte, facilitando el acceso al agua de la regata de Mugakolarre, junto a la que se localizó un asentamiento rural de la misma época. (Martínez, Zubiria, 2017: 157)
Todo esto que reflejamos en este trabajo, es solo una parte de la que estaría dotado y solo es comprensible como equipamiento habitual de un distrito minero que se administraba con autonomía territorial y protección imperial.
Fig. 11 Recreación del modo de vida de acuerdo a las evidencias observadas
Nos faltan datos que permitan establecer una cronología absoluta, pero contamos con las dataciones aportadas por los análisis realizados en la necrópolis, situádolos en los siglos I-II, (Perex, Unzu, 1988: 75-155 ) y las características poliorcéticas que pueden aportarnos una relativa, Peralta Labrador (2002: 53) apunta que, en época Julio-Claudia se construían de tierra, césped y madera, aspecto que con la llegada de los Flavios cambia, utilizando más la piedra y el ladrillo para sus defensas (Lander, 1984; Le Bohec, 1990: 167), aunque estas condiciones se refieren a los campamentos legionarios, bien se pueden trasladar estas normas a los pequeños castella. La previsión de que estos, se asentarían en época de Augusto, concuerda con la hipótesis de la reorganización llevada a cabo por éste en territorio vascón, con la construcción de la Iter XXXIV Astorga-Burdeos, la creación de un distrito minero y la subsiguiente dotación de estructuras camineras y de protección en este territorio, en nuestro caso, un buen indicio son las monedas recuperadas en Lepoeder que confirmarían esta hipótesis.
Aunque todavía solo sea un indicio sin confirmación arqueológica, un hipotético emplazamiento legionario en Baztan, por sus dimensiones y el trabajo realizado deberíamos considerar seriamente la posibilidad de un Castra Aestiva, bien de la campaña que, Publio Craso lugarteniente de Cesar, llevo a buen término para la conquista de Aquitania en el 56 a. C., bien de las tropas que desde Hispania acudían en ayuda de estos (Bellum Gallicum, 3, XXI). Otra posibilidad estaría en el 27 a. C. cuando Corvinus Messala, se encargó de pacificar la sublevación de los tarbelos, que según Tibulo (1, 7, 5-10), ponía en peligro la proyectada campaña marítima de Augusto frente a cántabros y astures a punto de comenzar (Churruca, 2010: 538).
También pudo tener relación, con la época en que Augusto, instaurada la Pax y acabada la construcción de la Tarraco-Oiasso con la ayuda del ejército, (Andreu, 2017: 551-569) organiza el distrito minero y su equipamiento administrativo-estructural, por tanto, tampoco podemos desligarlo de las localizaciones que proponemos, pues formaría parte fundamental del sistema.
Pudo ser la Legio VI Victrix, la que empleara Augusto para ayudar en la construcción de la Tarraco-Oiasso y la Asturica – Burdigalam, la encargada de la seguridad del incipiente distrito minero, en un primer momento, teniendo en cuenta como indicio, la moneda hallada en la C/ Baraketa de Irun (Urteaga y Otero, 2002:13) con el contrasello de una lanza, al parecer distintivo de esta legión (García de Figuerola y García Bellido, 2002: 451-469; García Bellido, 2006: 575-578).
Como vemos, será difícil discriminar las diferentes alternativas que nos ofrece, pero ya sería importante, comprobar su pertenencia a época romana.
CASTELLUM DE PILOTASORO (ERROIBAR-NAFARROA)
Fig. 12 Imagen que ofrece el mapa de relieve en el SITNA.
Empezaremos por dejar constancia, de la cercanía de Sorogain con el paso por Orreaga-Roncesvalles de la vía Astorga-Burdeos (Martínez, Zubiria, 2017: 151-204); esta, sería el punto de partida para llegar al emplazamiento que nos proponemos dar a conocer, tanto si fue remontando la cabecera del río Erro, como si fue, partiendo de la mansio de Zaldua (¿Iturissa?). Teniendo en cuenta la existencia junto a la vía de una necrópolis militar de incineración y su asentamiento en Ateabaltsa, datados en el s. I y II (Perex y Unzu, 1997-98: 75-155), la distancia que los separa, sería de un máximo de dos horas.
Este asentamiento tendría sin duda, la función del mantenimiento del orden y buen uso de las calzadas, la protección de la civitas de Iturissa y teniendo en cuenta la previsible existencia de un distrito minero, su vigilancia y control (Urteaga, 2008: 1-41).
Por tanto, en Ateabaltsa estaría el acuartelamiento principal del que dependían este destacamento de Pilotasoro así como los de Itsantzarai y Lepoeder y estaría probablemente, formado por tropas auxiliares contratadas entre la población nativa de la zona, comandadas por oficiales de la legión, a la vista, de los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en los años 80 del siglo pasado y las observaciones posteriores tras la tala del pinar colindante.
Se trataría de un punto de control, fortín o castellum, situado en la loma inmediata al collado de Aztakarri por el Este en el portillo de Pilotasoro, como dato anecdótico diremos que además del paso, ocupando el inicio del cordal, existe un conjunto de manifestaciones megalíticas representadas por un dolmen, 6 túmulos, un crómlech y al menos tres fondos de cabaña (Martínez Txoperena, 2001)
Fig. 13 Interpretación hipotética con la localización de los megalitos
También debemos hacer constar, que este recinto y su habitáculo, fue atravesado en el último tercio del siglo XX, con una conducción de agua para abrevaderos, instalando uno de ellos en su interior.
Este recinto de figura canónica rectangular con esquinas redondeadas, dotado confoso y agger, sacrifica la parte Sur de la geometría aprovechando un resalte rocoso, en aras del ahorro de energías y trabajo (Fernández Acebo et al, 2010: 629), con una extensión de 2.650 m2, se trataría de un castellum o castra minora de pequeñas proporciones con capacidad para albergar
Fig. 14 Interpretación de las defensas
varios contubernios (vexillatio), con labores concretas de vigilancia y control del paso y del territorio minero cercano y carácter temporal.
La pauta que se aplica para su asentamiento, es el control de la ruta pecuaria, su posición dominante sobre el valle y el largo dominio visual al norte, donde en un radio de 5-6 km, se conocen un buen número de minas de oro, plata, cobre y hierro (Dupre, Saint-Arroman, 2012: 88-112; Parent, 2006: 269-292), esta función justificaría suficientemente el mantenimiento del castellum, al menos, durante un tiempo.
Fig. 15 Recreación hipotética del Castellum
El sistema defensivo mantiene los cánones clásicos, agger y fossa (Polibio, VI, 27-42; César, Corpus Cesarianum; Livio, XLIV, 39, 2-5; Flavio Josefo, Bello Judaico, III, 77-92; Vegecio, I, 21-25; III, 8). Al excavar un foso de perfil en V, la tierra extraída se colocaba formando el parapeto interior que sin duda se acabaría con ladrillos de césped conformando el agger (Pseudo-Hyginio, De munitionibus castrorum, 50) y este se reforzaría con empalizada; el contra agger seria dotado de una estacada trenzada con varas de avellano (lorica), además de con pequeñas estacas afiladas, como trampas en los fosos (Matherat, 1943: 86-98).
En cuanto al acceso, apreciamos una plataforma que viniendo del sureste discurre (en el sentido de las manecillas del reloj) por debajo del escarpe rocoso meridional y la fossa occidental hasta la altura de la entrada. Esta según los indicios, se integraría en una torre de madera cimentada de piedra, clásica también en este tipo de defensas, con probable clavícula interior (Pseudo-Hyginio, 55), el diseño que obligaba a ofrecer el flanco derecho desprotegido y no permitía la irrupción masiva al interior (Lenoir, 1977: 697-722; Peralta, 2002: 55), se basaría en lo que dice Vitrubio: “los accesos de las puertas no sean rectos sino en curva” (De Architectura, I, 5). No descartamos una estacada adelantada en un afloramiento natural de esquistos, aparentemente manipulado, conformando un pequeño escarpe que dificulta el acceso por la pendiente occidental.
Fig. 16 Recinto con fossa y acceso desde el Oeste
Como hemos apuntado antes, no disponemos de ningún artefacto que podamos utilizar para atribuir categóricamente este recinto a una época, deducimos sobre la imagen que, nos ofrece tanto el LIDAR como la orto fotografía histórica y la comprobación de los indicios sobre el terreno, esto nos permite caracterizarlo como romano, confiamos que la noticia de esta identificación, sirva para tomar conciencia de su existencia y la necesidad de su protección.
También tenemos una última cuestión, como es el espacio necesario utilizable para la guarnición, por lo general, las dimensiones se ajustaban al contingente destacado y a ser posible se desplazaban unidades ya configuradas. Refiriéndonos al castellum de Pilotasoro, si descontamos el espacio del agger-vallum, puertas y espacios de circulación, calculamos que el espacio disponible sería de 1800 m2, dando 5, 6 m2 a cada soldado, podría albergar un máximo de 4 centurias. Por otro lado, las evidencias nos indican un edificio con una superficie aproximada de 22 x 5 m y el clima dominante frio y lluvioso, recomendarían un refugio estable más que tiendas de campaña, podemos pensar mejor en una centuria que sumaría alrededor de 80 hombres y sus mandos, número bastante fácil de albergar en 110 m2 de superficie cubierta, (Le Bohec: 2004: 33-39; Goldsworthy, 2005: 46-48; Martínez Velasco, 2010: 92).
Este pequeño valle donde nace el río Erro, siempre tuvo mucha importancia dentro de esta ruta, si hacemos caso, a los abundantes marcadores de diversas épocas desde los inicios del pastoreo estacional, en la lejana prehistoria, hasta los tiempos actuales. Esto en épocas de inestabilidad, fue siempre motivo para que los militares se fijaran en él, también en tiempos históricos.
Como prueba, a corta distancia al Sur en Zubimear, se advierten evidencias de un campamento militar en la ladera orientada a poniente; compuesto por 9 plataformas para tiendas de campaña redondas, dos construcciones de piedra y en la parte alta una larga plataforma donde sin duda se instalarían los cobertizos para las cuadras. Esta instalación, dataría de las guerras napoleónicas o carlistas, pero en el entorno se pueden ver innumerables evidencias de tiempos de la guerra civil y de las fortificaciones de la línea P o Gutiérrez, en forma de búnkeres, trincheras y pozos de tirador, esto lo podemos comprobar en la parte baja de Zubimear, donde existe un dolmen totalmente expoliado de su galgal, cuyas piedras sirvieron para construir muy cerca dos construcciones que, al modo de Alcabala, controlaban el paso, rodeándolas con trincheras mirando al Norte, estas del s. XX.
Castellum de Otsango, Lesaka
Fig. 17 Planta del Castellum de Otsango en el mapa de relieve SITNA
Esta localización, presenta una figura diferente, con una planta adaptada a la curva de nivel al localizarse en lo alto de un cerro, donde el LIDAR pone de relieve una plataforma en todo su perímetro, conformando unos potentes terraplenes y evidencia clara de foso en la loma Este al ser la ladera menos pronunciada.
Poco podemos añadir a lo ya apuntado, sino insistir en el carácter de control que manifiesta por su situación geográfica de dominio del del río y la calzada que discurría por su margen derecha, pero existe un detalle que puede tener significado, como es la conexión visual con el recinto fortificado de Agiña, común con el castellum de Deskargako Bidea en Eskolamendi, actuando aquel como receptor final.
En referencia a la fortificación de Agiña (Lesaka) diremos que, este recinto mantiene unas defensas semejantes a muchos castros anteriores a la época romana, lo que no significa que no fuera utilizado en esta época, y más, en pleno coto minero cubriendo un flanco muy importante. Desde que lo conocimos, la primera impresión fue su utilidad defensiva.
Tenemos la información de una actuación arqueológica sobre sondeos que se practicaron, pero no de su resultado, no obstante, pensamos en una más de las instalaciones utilizadas en época romana, aunque fuera sobrevenida.
Deskargako Bidea, Lesaka
De este emplazamiento, cuya constancia nos llega por medio de Miguel Echegarai, lesakarra siempre preocupado por el patrimonio, lo más relevante de su localización es, el dominio visual, tanto lejano como cercano, no solo de las minas sino de la vía Tarraco-Oiasso, en el fundamental y estratégico paso de Endarlatsa hasta Endaia.
En cuanto a su dotación poliorcética es la habitual en este tipo de recintos, mantiene claras evidencias sobre el terreno de fossa y ager y una figura rectangular con esquineras redondeadas aprovechando la orografía.
Fig. 18 Deskargako Bidea, Eskolamendi, Lesaka
Castellum de Lepoeder, Orreaga-Roncesvalles
Fig. 19 Collado de Lepoeder
Este emplazamiento es testigo de las actuaciones militares con el paso de los tiempos. Antes de la llegada de los romanos era sin duda, una ruta pecuaria nativa y milenariamente usada de manera comercial, estos como es lógico, no la habrían obviado, incluso la dotarían de una cierta estructura para su uso militar en la conquista de Aquitania y por supuesto, anterior a la construcción de la verdadera calzada comercial como fue la Astorga- Burdeos, por tanto, este emplazamiento sería consecuencia de este uso y habría funcionado hasta tiempos de Augusto o Tiberio, con función de control y seguridad de la ruta.
Fig. 20 Área ocupada por el castellum en el collado de Lepoeder, SITNA
Castellum de Odolaga
Se trata del antiguo emplazamiento de una venta caminera, que era denominada de Odolaga o venta de la sangre en el Camino Real de Pamplona a Fuenterrabía y en la muga de los términos de Ulzama y Baztán cuyo topónimo es Iterrizokoa. Este camino es una perduración de la Vía romana Tarraco-Oiasso, por lo que observando con atención las anomalías que se manifiestan dentro del perímetro del campo adyacente, se intuye un recinto anterior con gran similitud en las fortificaciones militares romanas.
Fig. 21 Recinto fortificado de Odolaga
El lugar, aunque no reúne las condiciones orográficas que se podían esperar en un emplazamiento de este tipo, puede interpretarse como un castellum temporal de la época de la construcción de la calzada.
Dispondría de dos recintos protegidos, uno interior con forma de naipe de esquineras curvadas (que bien puede ser una evolución posterior) y otro más amplio, adaptado al terreno con un acceso por el Este protegido con doble foso y agger, el Este y el Norte dispone de doble foso. Pudo en su día cumplir con las funciones de Mutatio al servicio de la vía con una construcción en el mismo lugar de la venta recién arruinada, no en valde otro topónimo cercano es Bentaxar (Venta Vieja), posiblemente corrido, pues no vemos ningún indicio o evidencia alguna de emplazamiento caminero.
La superficie total fortificada es de dos hectáreas, espacio suficiente para albergar cómodamente una cohorte, teniendo asegurada la aguada dentro de la fortificación.
La interpretación de este emplazamiento, se explica por la construcción de la Vía Tarraco-Oiasso y la posible instalación de una Mutatio al servicio de la misma como una necesidad.
La existencia cercana de una explotación minera como la de Aierdi en Lanz nos invita a investigar en su entorno una posible instalación militar y tenemos indicios para pensar en ello, al detectar un recinto aparentemente fortificado que reúne todas las condiciones necesarias para el alojamiento de un destacamento, con manantial y un viejo camino en conexión con las minas.
Todo esto que vamos comprobando, permite hacernos una idea sobre la ocupación militar romana, sobre todo, en áreas de montaña hasta ahora inéditas.
No es Navarra y menos el Norte, un territorio donde se prodigan emplazamientos legionarios reconocibles, pero en los últimos años se están señalando varios, aunque con una cierta inseguridad en su datación. Hay localizaciones destacadas en la zona Sur, aunque nos vamos a limitar a la zona Norte de la actual Navarra, por la dificultad que supone, la prospección en esta área por la espesa vegetación y la quebrada orografía.
Uno conocido desde los años 40 del siglo pasado es, Los Cascajos en Sangüesa, publicado por su descubridor J. C. Labeaga (1987: 21-27) como campamento romano, ha pasado vicisitudes sobre su caracterización, parece que se confirma como tal, aunque la escasez de materiales siempre ha supuesto una dificultad para su datación definitiva (Ramos, 1991-92: 426-429).
Con posterioridad J. Armendariz (2005: 41-64) dio a conocer otro posible Castra situado en Zarbeta (Aranguren) cerca de Pamplona, este de menor superficie, relacionándolo con las guerras Sertorianas y un hipotético ataque al cercano castro de Irulegi, conocemos varias localizaciones donde se dieron enfrentamientos, pero no se conocen campamentos desde donde partieron estas fuerzas ni su posición en el campo de batalla, en Altikogaña en concreto (Armendariz, 2010: 93-114), las investigaciones autorizadas, hallazgos casuales y furtivos han aportado gran cantidad de proyectiles de honda, armas y materiales relacionados con el asalto del recinto por fuerzas legionarias republicanas muy probablemente entre el 76-73 a.C., aunque nada hay seguro de la filiación de los asaltantes ni del campamento de origen, lo mismo ocurre con otros cuatro lugares donde se tiene constancia de enfrentamiento.
Últimamente A. Martínez Velasco (et al, 2019: 251-270), ha publicado un artículo sobre un emplazamiento militar romano en Gazolaz, los autores lo relacionan con el de Zarbeta en una posible operación de Sertorio contra los vascones de la cuenca de Iruñerria, partidarios de Pompeyo. El mismo autor (Martínez Velasco, 2009: 233-246) publicó un artículo sobre un puesto militar romano o posible Castellum en las parcelas de Allide en Deierri, relacionándolo con el control del paso hacia Sakana.
Indicios sin confirmar sitúan un hipotético campamento rectangular de más de 5 hectáreas con agua de un buen manantial en San Vicente (Urraul Bajo), que si bien la planta en forma de naipe que presenta en la orto-foto histórica del 27 es sugerente, las escasas defensas y la ausencia de materiales ponen en cuarentena la interpretación, al menos hasta una intervención arqueológica o geofísica.
Esto mismo, contemplamos en Iturrotz (Villaveta) sin figura geométrica, aquí la superficie es muy superior superando las 49 hectáreas de fácil defensa, ocupando toda la plana situada entre la conjunción de los ríos Erro y Gurpegi con el Río Irati y solo necesitaría foso en un estrecho espacio en la parte Norte, donde la carretera estaría solapando el mismo.
Aunque los principales argumentos para sostener esta hipótesis son, los abundantes materiales romano-republicanos recogidos en superficie en este yacimiento, propios de un contexto militar, nos están indicando, un posible castra aestiva, que evoluciona con el tiempo, a un pequeño asentamiento, al menos, hasta época augustea (Martínez, Zubiria, 2017:151-204), de todas maneras, esto es una deducción nuestra, partiendo de los materiales que hemos depositado en el almacén del Patrimonio Arqueológico de Navarra.
Así llegamos al cauce del río Baztán cabecera del Bidasoa y aquí reparamos en un cerro dominante en el centro del Valle, donde nos llamó la atención un inmenso trabajo de explanación o amesetado de más de 10 hectáreas. Según informaciones es conocido hace ya unos años, aunque nadie se atrevió a interpretar y no se dio cuenta a las autoridades arqueológicas del momento.
Tras las primeras averiguaciones comprobamos que se trataba de terrenos comunales y que era un trabajo antiguo, anterior al vuelo de Ruiz de Alda (1927, SITNA).
En principio la duda estaba, en si pudiera haber sido realizado por el ejército castellano en julio de 1.512 para la conquista del castillo de Amaiur o fuera realizado por los romanos en la época de la conquista de Hispania o Aquitania y los indicios nos inclinaron por la segunda opción.
En los últimos años, hemos llevado trabajos de investigación relacionados con la Vía Tarraco-Oiasso y una serie de caminos mineros, esto nos ha obligado a una puesta al día sobre referencias clásicas y en concreto sobre la minería, lo que ha reforzado nuestra hipótesis de la pertenencia de este territorio a Aquitania hasta el 56 a. C. y abre un abanico de posibilidades a la hora de interpretar y datar este posible campamento.
Fig. 22 Interpretación del recinto sobre el mapa de relieve, SITNA
Ignoramos evidencias de la estancia de Roma en Baztán en tiempos republicanos, la hipótesis de una calzada, que desde Lanz por Belate, atravesaba el valle y por Amaiur se encaminaba a Urdax camino de Burdeos, nunca nos pareció real y tampoco hallamos dimensiones ni condiciones técnicas sobre el terreno para considerarla como tal, si es posible, que el recorrido, que se corresponde con el actual camino de Santiago, coincida con un antiguo camino pecuario nativo (por cierto plagado de megalitos), que fuera adaptado como calzada de segundo orden en época romana, muy transitado en épocas históricas como Camino Real de Pamplona a Bayona y en parte empedrado en época moderna incluso con hitos visibles para la nieve, pero tenemos serias dudas, que hasta la conquista de Aquitania, el valle de Baztán así como Aldudes y Luzaide, estuviera integrado en territorio vascón. La pertenencia hasta mediado el s. XVI a la diócesis de Baiona, siempre nos pareció un indicio, de antigua organización religiosa del cristianismo anclada en la época tardo-antigua.
El recinto se ubicó en este cerro que domina visualmente, el mayor ensanchamiento del valle y el paso de los caminos en ambas direcciones, además de ser fácilmente defendible, como corresponde a un Castra Aestiva, diferenciado de los Stativa o Hiberna, donde las defensas eran más estructurales y consistentes y así han llegado hasta nosotros (Cicerón, Ad Atticum. V, 17; Suetonio, Claudio, 1; Julio César, 49; Pseudo-Hyginio, 45).
Disponía de más de un manantial para la aguada (hoy todavía en uso), leña, forraje y más de 10 hectáreas como para alojar cómodamente una legión (Peralta,2015:100-101).
Por tanto, tenemos que considerarlo como un estratégico Castra Aestiva, con una función temporal muy corta, pero con permanencia de un destacamento algún tiempo más en un recinto adaptado a una vexillatio, todavía hoy conservado y que una investigación arqueológica podrá aportarnos datos para su caracterización y datación.
Por otra parte, y teniendo en cuenta la referencia de Cesar en Bellum Gallicum (III, 21-23-26), referente a la participación de fuerzas venidas en ayuda de los aquitanos desde el Sur, compuestas de veteranos de las guerras sertorianas y cántabros enemigos de Roma, abre la posibilidad, de que este campamento perteneciera a estas tropas en marcha de aproximación, pues utilizaban las mismas tácticas militares. De momento no tenemos ningún elemento ni artefacto para determinar la filiación de las tropas aquí acampadas, ni para que todo esto que decimos, sea más que una hipótesis.
Quedan aún muchas dudas e interrogantes en el aire, que sólo podrán ser resueltas, mediante una investigación arqueológica y siendo conscientes, de los escasos resultados que, suelen aportar las intervenciones en este tipo de yacimientos.
En este momento estamos acumulando información para asegurar la existencia de un distrito minero que abarcaba el Pirineo occidental desde Mendilaz en Orbaitzeta hasta el cabo de Higuer en el Cantábrico (Urteaga, 2008: 1-41), aglutinando la zona de las mineralizaciones más importantes, integrando una buena parte de las minas que los aquitanos explotaban antes de su conquista y las del área vascona de Peñas de Aia, abarcando las cuencas del Bidasoa, Nive, Nivelle, Urumea, Leizaran, Mediano y cabeceras de los ríos Arga, Urrobi e Irati, la identificación de tres calzadas mineras, el elevado número de minas antiguas y este sistema de protección militar que nos ocupa, nos lleva por buen camino, que si bien, no generaron documentación escrita entre los cronistas greco-latinos, quizás fue, por funcionar dentro de una completa normalidad y la ausencia de conflictos en su época.
CONCLUSIONES
No arriesgamos mucho, interpretando estos enclaves y sus atributos como unos recintos militares de esta época romana, independientemente de que no contemos con artefactos suficientes para una confirmación arqueológica, los atributos y vestigios a la vista, nos facilitan argumentos como para realizar esta propuesta como hipótesis de trabajo.
Así mismo, la similitud de varios de ellos, tanto en dimensiones, formas, su localización sobre el terreno en su relación con los caminos y minas nos indica una pauta que no es casual, sino causa de una organización buscada.
Estos destacamentos, se asentarían poco antes del cambio de era, en un proceso de gran actividad por obras en importantes calzadas, reorganización del territorio tras la conquista de Aquitania y la victoria de Augusto en las guerras cántabras, formando parte del sistema de protección militar del distrito minero del Pirineo Occidental, fuerzas que, durante un tiempo habrían permanecido asegurando el territorio que se puede identificar como el Saltus Vasconum.
Pero a nuestro juicio, la conclusión principal es que, la importancia que los romanos dieron a este territorio no se corresponde con nivel de información que nos ha llegado y por tanto señal inequívoca del trabajo de investigación arqueológica que falta por realizar para comprender tantas incógnitas como se nos plantean.
Si estos trabajos aportan algo y alguien extrae algo positivo de ellos, será el único pago que admitiremos con agrado pues la afición y la ilusión nos ha sobrado y eso solo se paga de la misma manera.
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